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¿Estamos en hiperinflación?

La respuesta a la pregunta es un claro no. Venezuela no está en hiperinflación por más que algunos pretendan utilizar criterios flexibles y decirnos que 460% de inflación interanual es ya hiperinflación. Con esto no se está diciendo que la inflación existente no sea un gravísimo problema, pero declarar a los cuatro vientos lo que no existe ayuda poco a entender la difícil coyuntura actual y los potenciales riesgos.

La definición más empleada para acotar un período hiperinflacionario es la que Phillip Cagan usó en su trabajo de 1956. La hiperinflación comienza cuando la inflación mensual supera el 50%. El final del período hiperinflacionario es un tanto más complejo, ya que para considerar que se ha salido de la hiperinflación debe transcurrir un año entero con inflaciones mensuales por debajo de 50%. Con inflaciones mensuales de 20% todavía estamos algo distantes de adentrarnos en una hiperinflación bajo la definición clásica. Esto no quiere decir que 20% de inflación mensual no sea enormemente preocupante.

Históricamente las inflaciones altas como las que experimenta Venezuela son inestables. Esto implica que tienden acelerarse o a disminuir. Si bien el país ha podido mantener por años inflaciones de dos dígitos bajos, es improbable que pueda hacer lo mismo con inflaciones de tres dígitos. Si de algo sirve la historia es para indicarnos que la inflación, o bien se acelerará drásticamente en el mediano plazo, o el país iniciará un proceso de desinflación (no confundir con deflación). Una de dos y es aquí dónde reside el mayor riesgo: no hay actualmente un plan o un ajuste macroeconómico para comenzar un proceso de desinflación. En mi opinión este es el mayor argumento para afirmar que al proceso inflacionario actual todavía le queda recorrido.

Tan nocivo como la desinformación de aquellos que buscan notoriedad en la estridencia es el negacionismo de algunos colegas. Según esta visión es imposible que el país atraviese por una hiperinflación. Esta postura se basa fundamentalmente en el hecho de que el déficit público en un país petrolero como Venezuela puede ser teóricamente estabilizado devaluando lo suficiente. Además de lo anterior, advierten que los aumentos de salario mínimo no apuntan a una hiperinflación y que los agregados monetarios no están creciendo a velocidades consistentes con una hiperinflación. Estos argumentos tienen algo de validez pero no son todo lo sólido que algunos colegas creen. Me voy a enfocar en los dos últimos.

El argumento de que los aumentos de salario mínimo no son lo suficiente hasta ahora para desatar una hiperinflación es cuando menos endeble. Las primeras hiperinflaciones ocurrieron en países donde no existía salario mínimo. Un proceso hiperinflacionario no requiere decretos de aumentos salariales para desatarse. En mi opinión cada día en Venezuela el salario mínimo es menos marcador en la economía. Si la dinámica salarial cada vez depende menos de los anuncios oficiales, es absurdo argumentar que la falta de aumentos salariales por decreto es inconsistente con una hiperinflación. Además, nada indica que en el futuro los aumentos salariales no comiencen a seguir más de cerca el aumento de precios. El ritmo de incremento en los aumentos de salario mínimo se ha acelerado en respuesta a la aceleración de la inflación. Aquellos que creen que el proceso de hiperinflación se desata por aumentos salariales siguen colocando los bueyes detrás de la carreta.

Un caso más elaborado hay que hacer con los agregados monetarios. La liquidez se viene expandiendo interanualmente a alrededor de 100%. Viene creciendo a esa velocidad más o menos desde septiembre del año pasado. Según algunos con estas tasas de crecimiento de los medios de pagos la inflación no puede acelerarse más allá de lo que ya lo ha hecho. Lo primero que hay que decir es que el crecimiento de los medios de pago es estacional.  Hace un año la liquidez se expandía en 77%, luego volvió a tomar el impulso usual del segundo semestre de este año. Gran parte de ese impulso podría deberse a que las necesidades de financiamiento monetario del gasto público son mayores en el segundo semestre. Si la liquidez ahora está creciendo 100%, con la institucionalidad actual, nada impide que a la vuelta de unos meses no lo haga al doble de esa tasa.

Hay otro punto que es más crucial. Cuando las inflaciones se aceleran a estos niveles los precios tienden a crecer a una velocidad superior a los medios de pago. El trasfondo del trabajo de Cagan de 1956 no fue solo documentar las hiperinflaciones ocurridas posteriores a la Primera Guerra Mundial, sino indagar porqué los precios aumentaban a una velocidad mayor a los medios de pago. La razón está en la caída de la demanda de saldos reales. Cuando los precios comienzan a aumentar drásticamente la gente demanda cada vez menos dinero y mantiene menos saldos líquidos. Los agentes entienden que el dinero debe ser empleado para comprar productos o divisas porque pierde rápidamente valor. Esta conducta pone más presión en los mercados de bienes y servicios. Este efecto es el que explica en gran parte la diferencia entre el crecimiento de los precios y los medios de pago.

En Venezuela actualmente se está dando este fenómeno pero en un entorno incluso mucho más complicado. Las hiperinflaciones de la postguerra no estuvieron asociadas necesariamente a contracciones económicas. En Venezuela el aumento de la liquidez y la caída de la demanda de los saldos reales están operando sobre una economía en depresión y con una oferta de producto transable en colapso. Este efecto compone los problemas. Obviar esta realidad y sentarse a esperar que los medios de pago exploten para poder ver la magnitud del problema inflacionario es esperar a que se produzcan los hechos y no tratar de anticiparlos.

Mi visión es que el país no está necesariamente abocado a un proceso hiperinflacionario clásico. Esto es que veamos la economía saltar a inflaciones mensuales de 30%, luego 40% y finalmente 50%; pero que no escapará a inflaciones mensuales de 50% al momento del ajuste. La razón es que estamos experimentando inflaciones mensuales de 20% que son fundamentalmente del sector transable. En el sector de servicios reside una enorme inflación oculta que posiblemente se manifestará con fuerza en los meses posteriores al ajuste macroeconómico. Incluso a cualquier tasa de unificación cambiaria razonable hay inflación represada en el sector transable de la economía.

El país tiene el peor desequilibrio monetario de su historia. Los argumentos van desde afirmar lo que no existe (hiperinflación), hasta negar completamente la posibilidad de que atravesemos una. Es hora de hablarle claro a la gente y no continuar desinformando. No estamos en hiperinflación pero el riesgo de entrar en una existe. Dependerá de quienes controlan la política económica ahorrarnos el trago amargo de pasar por una. Nos vamos quedando sin tiempo.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10

Director de @Econometrica