Romper el termómetro no baja la fiebre
|Luego del bochornoso espectáculo realizado con las cifras de inflación del cierre de año, finalmente el BCV publicó ayer las cifras completas de inflación del mes de noviembre y de diciembre. Esperemos que con el regreso de Merentes al BCV por lo menos se normalice la entrega de la información. Hay que recordar que el BCV ha tenido en menos de un año cuatro presidentes, al final la vuelta fue de 360 grados.
El penoso comunicado hecho público a final de 2013, que entre otras cosas no contó con ningún sello oficial, marca quizás el punto mínimo del BCV. Obligado como ha estado a prestar financiamiento monetario a las empresas públicas, entre ellas notablemente a PDVSA e indirectamente al fisco, lo único que le quedaba para poder sacar pecho a la institución es su capacidad técnica y el manejo de las estadísticas económicas. Esta capacidad quedó seriamente trastocada a raíz de lo ocurrido en los últimos meses de 2013. Tenemos que estar muy mal para festejar el regreso de Nelson Merentes a la presidencia del BCV y en realidad lo estamos. El paso de Eudomar Tovar demostró que siempre es posible estar peor.
Según las cifras oficiales la inflación del mes de diciembre fue 2,2%. En este caso se mantiene la cifra adelantada a finales de año. Todavía es muy temprano para saber si el BCV ha decidido comenzar a retocar las cifras. Las estadísticas liberadas ayer son consistentes. Resulta sin embargo notable el descenso de la inflación en el rubro de alimentos, pasando de 7,5% en noviembre a 2,5% en diciembre, pero esto por sí solo no constituye argumento alguno para afirmar que el BCV haya comenzado a maquillar las cifras de inflación. Lo que si es cierto es que las presiones para hacerlo están ahí y se intensificarán en el futuro.
Hay dos puntos importantes que resaltar sobre esto. El primero es que bajo el actual esquema de controles el desequilibrio en el mercado de bienes es subestimado por la inflación. Para poder juzgar mejor este desequilibrio es necesario incluir mediciones como la escasez y la diversidad de producto. Es prácticamente imposible que el país vea una mejora en estos dos indicadores sin que la inflación se eleve considerablemente. Es muy probable además que si el BCV sucumbe a las presiones, el maquillaje a las cifras incluya las de abastecimiento y diversidad. Lo segundo es el peligroso camino que iniciaría la institución si decide realizar modificaciones en un índice cuya vigencia recién cumple seis años. No es el momento para que el BCV, como dejó entrever en infame comunicado, se empeñe en realizar modificaciones al INPC. Esto lo tienen muy claro los profesionales y técnicos que trabajan en la institución. El notable progreso que se dio al pasar del IPC al INPC no puede ser tirado por la borda por presiones políticas. Estos profesionales y técnicos son la última línea de batalla con la que contamos los venezolanos para poder tener estadísticas económicas confiables. No es poca esa responsabilidad.
Al final de todo, si el gobierno logra imponer sus presiones, lo único que logrará será romper el termómetro pero no logrará bajar la fiebre. Venezuela se encuentra un punto donde podemos adoptar una salida a la argentina, que no es otra cosa que mentir descaradamente sobre las estadísticas económicas. Cuando se miente sobre la variación de los precios se acaba forzosamente mintiendo sobre el resto de las cuentas nacionales. Al final lo único que se lograría con esto sería debilitar la credibilidad de las estadísticas del BCV porque con total seguridad se generarán mediciones alternativas. La inflación es como el dinero y la tos, no se puede ocultar. Tratar de hacerlo solo acabará dañando aún más la imagen y la credibilidad del BCV.
Francisco Ibarra Bravo