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La ira del asqueado

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Lamentablemente se quedó a medias. Había estado discutiendo con unos colegas por una red social sobre el saqueo a la tienda Daka. Previamente había recibido no uno, sino varios quejidos de aquellos que preferían festejar el Miss Universo. Criticar en la única actividad en la que realmente competimos de tú a tú con cualquier país del mundo no es poca cosa; aún cuando esa actividad sea en sí poca cosa. A mi lo que realmente me molesta de los concursos de belleza es lo mucho que nos consuelan.

Aquellos que decidimos mantenernos al margen del festejo preferimos centrarnos en discutir algo tan superficial como que el presidente en una alocución en cadena incite a la gente a saquear una tienda, otros prefieren seguir bailando al son de la orquesta del Titanic. Lo que pasó la semana pasada es el último avance de la barbarie que quiere terminar de engullir el país.

Entre aquellos tocando el tema hay una corriente que le quiere quitar hierro al asunto. Por un lado algunos que pretenden equiparar el saqueo con los especuladores, son los mismos que con certeza si el gobierno le pusiera precio a su trabajo no serían tan políticamente correctos. El otro sector es de aquellos que creen que aquellas personas que saquearon solo están actuando racionalmente. Este argumento es por lo menos consistente. Nadie duda, y mucho menos ningún economista, que los incentivos son parte fundamental en el comportamiento humano. No vamos a perder tiempo discutiendo sobre si la especulación es buena o mala, o si debe estar penada por la ley. Creo una buena parte de la población venezolana concuerda, por lo menos parcialmente, con el diagnóstico oficial.

El mejor argumento de aquellos que pretenden minimizar lo que ocurrió es que la gente que fue a saquear, es en el fondo gente normal. La única diferencia entre los que saquearon y los que no lo hicieron fue la ausencia de la oportunidad. Alguno me llegó a sugerir que estaban arbitrando. A mi me pareció un nuevo intento de pervertir el significado de las palabras. El argumento es muy sencillo: cualquier persona racional de tener la oportunidad de conseguirse con un bien en un sitio, cuyo precio sea mayor en otro lado, considerando costos transaccionales suficientemente bajos, tomará una posición en ese bien y lo llevará donde el bien tiene un precio mayor para realizar una ganancia. En el caso de muchos saqueadores, este supuesto arbitraje consistía en llevar televisores de plasma desde Daka hacia sus casas. Bajo esta óptica todo hurto es un arbitraje.

La Venezuela de hoy está tan extraviada que hasta la gente formada e inteligente pretende quedarse en la comodidad del análisis simplista. No se trata de adoptar posturas moralistas, se trata de entender que en una sociedad hay actitudes deseables y otras no. Robar entra en la segunda categoría. Los tibios que pretenden decirnos que es entendible que las personas hayan ido a saquear dadas las circunstancias, obvian que hubo gente que pudiendo saquear no lo hizo. No solo eso, obvian que hubo gente que arriesgó su integridad física y que prefirió destruir los artefactos que otros saqueaban, antes que permitir que se los llevaran. No se si este tipo de gente es mayoría en el país o no, lo que sí se es que están. Esa gente está asqueada como lo estoy yo, no solo de aquellos que arrastran el país al despeñadero sino de todos los que le bailan en agua a todo nivel. El ser humano es quizás el único ser que no solo le asigna valor a lo que consigue sino a la forma en lo que lo hace. Es precisamente en este aspecto de la conducta humana que los economistas tenemos muy poco que decir, lo mejor que podemos hacer en estos casos es callar.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10