En su propia trampa
|Es muy poco probable que una araña caiga en su propia telaraña, se mueven siempre con cautela en su propia red. El Gobierno tomó la decisión de establecer un control cambiario en 2003. Todavía en aquel momento estaba en Cordiplan Felipe Pérez, aunque todos sabíamos que a la sombra ya estaba tomando decisiones nuestro flamante ministro de Planificación. Aquel año había iniciado de forma terrible para la economía, el conflicto político propició el paro nacional a finales del año 2002. Hasta ese momento había operado un régimen de flotación cambiaria, la crisis nacional puso en bandeja la posibilidad de un nuevo control de cambio. El gobierno no dudó.
La economía venezolana se recuperó con fuerza durante 2004 y 2005; a eso se le sumó el inició el boom petrolero. Las condiciones para restablecer la libre convertibilidad estaban dadas, pero el gobierno optó por mantener el esquema vigente. El control de cambio había pasado a ser, más que un instrumento de política económica, un instrumento de control que usaría el Gobierno para doblegar al sector privado nacional. En los años siguientes sumaría aún más armas a su arsenal, pero sin lugar a dudas el más efectivo, incluso más que las nacionalizaciones, ha sido el control de cambio. El Gobierno con el monopolio de las divisas buscó controlar a la empresa privada, después de todo, quienes hoy gobiernan ni olvidan ni perdonan. A los empresarios con las riendas cortas y todos entrando por el aro.
El control de cambio permitió además que el Gobierno se creyese todos los cuentos de la alquimia económica giordaniana. El boom petrolero les hizo pensar que el crecimiento económico desde finales de 2005 era un logro de ellos y no del auge petrolero. Fue entonces cuando decidieron destruir la poca serenidad que aún quedaba en la política monetaria. Reformaron la Ley del Banco Central y crearon FONDEN. Con ello mataban dos pájaros de un solo tiro, destruían la capacidad del BCV de llevar una política monetaria medianamente sensata y además terminaban de darle la puntilla a ese incómodo instrumento de las democracias representativas como lo es el presupuesto público. Todo un logro del alquimista. El auge petrolero fue lo suficientemente generoso como para que los desequilibrios se pudieran acumular por varios años. Después de todo, la permuta solo fue eliminada en 2010. Fue en ese momento donde se le dio rienda suelta al financiamiento monetario hacia el sector público. La liquidez monetaria explotó, la inflación regresó a mordernos la pantorrilla y el incómodo dólar que oficialmente no existe se disparó sin control.
Ahora el Gobierno es presa de su control de cambio. La corrupción ha crecido como hongos después de la lluvia, el aparato productivo está postrado, PDVSA y la República endeudadas, las reservas internacionales en la lona, la inflación nuevamente altanera y el dólar paralelo por las nubes. El Gobierno está acorralado por la red de controles que ha creado y ya no queda salida fácil. Hay que decirlo con serenidad, al gobierno no le queda ninguna salida que no implique un deterioro sustancial en su respaldo popular. Lo ideal hubiese sido que esto lo tuviese que afrontar la cabeza que dirigió el cúmulo de despropósitos que nos ha traído hasta acá, lamentablemente la naturaleza no lo permitió. Quizás convenientemente para aquellos que busquen preservar el aura del personaje para el futuro. El Gobierno ha caído en su propia trampa, lamentablemente arrastró al resto del país con ellos.
Francisco Ibarra Bravo