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Sin capo, ni competencia

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Si Chávez estuviese vivo, esto igual se habría acabado porque el modelo es insostenible. Pero, probablemente habría durado un par de años más, pues él había establecido límites,  que después de su muerte el propio chavismo eliminó.

Posiblemente, la avaricia no sea natural a todo ser humano, pero con certeza lo es para el capitalismo mafioso del chavismo. Ya lo dijo clarividentemente uno de sus voceros: “el  muro de contención ya no está”.

En el capitalismo inclusivo o institucional, el sistema que un día se implantará en el país,  el límite a la avaricia es la competencia y la institucionalidad (por ejemplo, la libertad, la  inclusión de todos en los mercados, las leyes antimonopolio y procompetencia, etc.).  Pero, en el capitalismo excluyente del chavismo, en el que predominan los controles, el  límite era el capo, Hugo Chávez, quien ya no está.

Por ello es que todo se ha desbordado (la escasez, el tipo de cambio negro, la inflación) y se seguirá desbordando hasta el final. Chávez toleró siempre un diferencial cambiario, medio de enriquecimiento de la nueva oligarquía conocida hoy como la Boliburguesía, pero, jamás uno como el observado en la actualidad.

El control de cambio, lo he dicho múltiples veces, existe para que un grupo improductivo, que he llamado capitalismo mafioso (o capitalismo que no compite, trabaja o produce)  termine haciéndose rico a expensas de 30 millones de personas. El control de cambio, simplemente, busca incluir a unos pocos en el acceso al tipo de cambio oficial de 6,3Bs/$, mientras excluye a la mayoría condenada a acudir a mercados negros en los cuales los privilegiados venden las divisas (bajo la forma de mercancías o moneda extranjera) a precios 10 veces superiores.

Como el capitalismo chavista no es institucional, sino que se basa en la exclusión, el límite a la avaricia jamás fue la competencia, sino la presencia del capo, Hugo Chávez. Su ausencia, por tanto, solo podría conducir a donde todos sabemos que vamos hoy: a una mayor escasez, depreciación del bolívar e inflación y, por tanto, al fin del chavismo.

Lo contrario sería pensar que la minoritaria élite cívico-militar chavista privilegiada, podría pasar de la bala de goma a la de plomo. Y eso no es posible por la siguiente razón: el propio capo, Hugo Chávez, ratificó en 2002 el Estatuto de Roma que les somete hoy a la Corte Penal Internacional.

Ángel García Banchs

@garciabanchs

Director de @Econometrica