El Ministerio de Asuntos Monetarios
|Para aquellos que pensamos que la historia del BCV había tocado mínimos con Nelson Merentes en su presidencia, es duro encontrarnos con que siempre hay un peldaño más por bajar. La verdad sea dicha, con el actual presidente no se ha bajado solo un peldaño sino con total seguridad un piso completo. El año 2013 cerró con aquella infame nota sobre la inflación. No hubo el tradicional cierre del año por parte del presidente del BCV. Todavía al día de hoy no se ha publicado la data al detalle de la inflación del mes de noviembre y mucho menos las cifras sobre la escasez.
El cierre del 2013 será recordado como el final de un proyecto que empezó con aquel inocente millardito. En realidad el proceso había empezado un poco antes con la entrega de las utilidades cambiarias. Dicha entrega hay que decirlo, fue avalada por lo que un colega ha llamado sabiamente “economistas de la periferia oficialista”. Afortunadamente para el país existen registros públicos sobre aquellos debates. El proyecto al que hago referencia era el de transformar al BCV, de una institución orientada a servir al Estado a otra muy diferente llamada a servir al Gobierno. Este proceso ha marchado en línea con el deslave institucional que ha sufrido el país. El BCV ya no sirve a los ciudadanos, no ha podido protegerles de la inflación, todo lo contrario, ha contribuido a generarla y ahora uno de los escasos servicios que todavía prestaba, como era la de ser una fuente confiable de estadísticas, ha quedado seriamente comprometida.
La otrora institución de prestigio y notable capacidad técnica ha ido quedando reducida a un parapeto cuya única función es la de financiar a las instituciones públicas y al fisco. Hoy el BCV funciona como un ministerio. Todavía, pese a la enrome fuga de talento que ha experimentado en los últimos años, atesora una gran capacidad técnica. Estos técnicos son la siguiente línea que será engullida por este proceso. Para tener un BCV completamente abyecto no se necesitan técnicos, se necesitan cuadros políticos.
Todo este proceso se ha dado delante de todos los venezolanos quienes una y otra vez han acudido a las elecciones a refrendarlo. El venezolano promedio no ve ninguna asociación entre el proceso inflacionario que vive y el deterioro de la autonomía del BCV. Al parecer se ha resignando a la inflación como también se ha resignado a la inseguridad. Al BCV le podemos criticar muchas cosas pero a lo largo de sus historia demostró ser un logro institucional notable. Durante muchos años Venezuela gozó de estabilidad de precios, de un sistema bancario relativamente sólido y además de un sistema de cuentas nacionales que era la envidia de la región. Todos estos logros fueron alcanzados por los profesionales que hicieron su vida en la institución y por aquellos que la diseñaron. La destrucción de nuestro banco central es una de las pérdidas institucionales más dolorosas para el país. El hecho de que la mayoría de los venezolanos no le preste ni la más remota atención a este suceso me invita a pensar que aquellos que hicieron grande la institución lo hicieron a pesar de que a la mayoría del país le importaba un rábano tener o no un banco central. Quizás tuvimos por muchos años más de lo que merecimos, tanto es así que hemos consentido que se destruya.
Francisco Ibarra Bravo