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Venezolanos son más pobres y están peor alimentados

Más de tres años de escasez sostenida, caída del poder adquisitivo y alta inflación crónica cambiaron, para mal, los hábitos alimenticios de venezolanos y este cambio ya está teniendo consecuencias en la complexión, aparición de enfermedades y hasta en los niveles de capacidad de aprendizaje de los niños del país.

Un estudio (Encuesta sobre condiciones de vida en Venezuela, Encovi) realizado por investigadores de las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello, Simón Bolívar y de la Fundación Bengoa da cuenta de las consecuencias de los últimos años de políticas económicas y sociales erradas o insuficientes.

Los resultados de la investigación fueron presentados a través de la Encuesta sobre condiciones de vida en Venezuela 2015 (Encovi 2015), capítulo alimentación. De este estudio resaltan datos como que 3,5 millones de venezolanos hacen solo dos comidas (o menos) al día, que del total de hogares pobres 34,4% son “nuevos pobres” (clase media que ya no tiene ingresos suficientes para cubrir su alimentación), que las proteínas (pollo, carnes o huevos) prácticamente desaparecieron de la mesa nacional y que en muy pocos hogares del país se consume frutas y vegetales.

La encuesta (con alcance nacional), aplicada a 1.448 personas, arrojó como resultado que 40% de la dieta del venezolanos se compone de harina de maíz, arroz, pastas (o pan) y grasas.

Encuesta Encovi

Marianella Herrera, investigadora de Cendes-UCV, uno de los organismos participantes del estudio, manifestó su preocupación, pues explicó que, para cubrir las necesidades nutricionales, “una persona debe consumir a diario entre 25 y 30 alimentos en las tres comidas, más las dos meriendas”. Sin embargo, de acuerdo al estudio en algunos hogares solo consumen cuatro tipos de alimentos en una semana y se hacen 2 comidas o menos.

A esto se agrega que de acuerdo al estudio el número de personas que hace dos o menos comidas al día se incrementó de 11,3% en 2014 a 12,1% el año pasado. Herrera explica que aunque el incremento fue de menos de un punto porcentual, el total de personas que ingiere dos comidas o menos al día es de 3,5 millones.

Para los investigadores el panorama del país luce sombrío. Cada vez hay menos alimentos y las redes públicas de distribución son más ineficientes. La precaria calidad de la alimentación se refleja en las cifras.

La porción más pobre de la población consume harina, arroz, grasas y pasta básicamente; las proteínas como carne, leche y pescado están fuera de la capacidad de compra de quienes están en pobreza crónica y pobreza no extrema.

Destacan los investigadores que la ingesta de huevos se redujo y esto se refleja en que la intención de compra de huevos bajó a 4%, así como la de caraotas y otras leguminosas. “Hay platos que eran una marca idiosincrática del venezolano y ya no se consumen, como el pabellón o el arroz con pollo”.

Lo grave es que las proteínas de origen animal, los granos y la harina de maíz enriquecida son las principales fuentes de hierro y una caída en el consumo de estos se traduce en “el incremento de la anemia en la población porque no tienen alimentos que lo suplan”, asegura Maritza Landaeta de Jiménez, coordinadora de investigación y docencia en Fundación Bengoa.

“El impacto que esto puede tener en la población y en el país es muy significativo. Un cerebro anémico y con un consumo de muy pocas calorías es un cerebro que no aprende. Desde el punto de vista de salud pública, el país está en un alto riesgo de tener, a partir de este momento, niños con retardo de crecimiento por no consumir la cantidad de proteínas y calorías que necesitan; y también niños con problemas de desarrollo cognitivo por no tener una alimentación adecuada”, explica Landaeta de Jiménez.

En cuanto al incremento de los hogares pobres explicaron que básicamente son clase media que ya no puede cubrir la totalidad de sus necesidades de alimentación y cuyos ingresos se deterioraron. Según el BCV  la inflación general el año pasado cerró en 180,9%, pero la de alimentos tuvo un peor desempeño y pegó un salto de 315%, por lo que no son extraños estos resultados, según los cuales los venezolanos no pueden pagar sus alimentos.

Al consultársele a los encuestados si sus ingresos eran suficientes para cubrir sus necesidades -en 2014- 19,5% respondió que Sí, en 2015 quienes respondieron Sí, bajó a 13%. Los que dijeron que sus ingresos son insuficientes subió, entre 2014 y 2015, de 80,1% a 87%.

De acuerdo a la agrupación social y económica los hogares venezolanos Encovi 2015 los clasifica de la siguiente forma Pobres Crónico- extremo 28%,  No Extremo 19%, Recientes o nuevos pobres 34%  y No Pobres 19%.

“El consumo de proteína animal y grasas hacen la diferencia entre los grupos sociales”, dijo Herrera. A más pobreza menos consumo de proteína y más de grasas y harina de maíz. Aunque el estudio no lo específica, esto quiere decir que entre más venezolanos una de sus comidas es solo arepa con mantequilla o arroz con mantequilla.

El incremento de los precios y la baja en la oferta hicieron que la cantidad de personas que hace alguna de sus comidas la calle también disminuyera. De acuerdo a la encuesta el costo de desayunar fuera del hogar subió 368% y cuesta alrededor de Bs. 501, ingerir el almuerzo en la calle se incrementó 468% y hay que desembolsar Bs. 1068 y si alguien quiere cenar en algún restaurante debe saber que tendrá que pagar 497% más de lo que pagaba en 2014.  Esto generó que quienes consumen alguna de sus comidas en locales bajara casi a la mitad, respecto al año anterior.

En el año 2014, del total de encuestado 6,8% respondió que siempre hace sus comidas en la calle, en 2015 ese porcentaje bajó a 3,8%. Mientras que quienes nunca comen en restaurantes o lugares de comida rápida subió de 55,2% a 63,8% en un año.

A este cuadro socioeconómico se agrega la disminución de la actividad física, por diversas razones, e incremento de los sentimientos de angustia y estrés. Los especialistas consideran que este es un caldo de cultivo para enfermedades crónicas a futuro.

Llama la atención que la población no considera la mala alimentación como un factor de riesgo para enfermedades como diabetes u obesidad o con niños de talla baja o dificultades de aprendizaje. “Ya vemos niños a los que les cuesta el proceso de lecto-escritura, con compromiso cognitivo y con problemas de crecimiento de talla. Incluso ya hemos empezado a ver niños de entre 7 y 8 años con hígado graso”, dijo la Dra. Herrera.

Los investigadores consideran que es impostergable la toma de decisiones y la implementación de una serie de políticas públicas que conlleven a cambiar la precaria situación, a la que se atreven a comparar con la de cualquier país que atraviesa por un conflicto armado o guerra real.

Luisa Maracara

@lmaracara