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No estamos en hiperinflación… por ahora

Hiperinflación

El acelerado aumento de los precios aunado a la ilegal postura del BCV de no entregar las cifras de inflación, han puesto sobre la mesa un tema que parecía vedado en Venezuela. Hemos comenzado a hablar de hiperinflación como quien habla de béisbol. La ligereza con la que hablamos de un tema tan delicado, así como quienes pretenden decirnos que ya el país está en hiperinflación, hacen poco por clarificar la situación. Debemos comenzar a pensar en la posibilidad de que el país atraviese por un proceso hiperinflacionario y además debemos concientizar a la opinión pública sobre qué es una hiperinflación y cuáles son sus causas.

Phillip Cagan en 1956 publicó la que quizás fue su más importante contribución:  La Dinámica Monetaria de la Hiperinflación. En su estudio evaluó siete hiperinflaciones posteriores a la primera y la segunda guerra mundial, creó un marco teórico para definir los procesos hiperinflacionarios y elaboró un modelo para tratar de explicar la dinámica detrás del fenómeno. Su trabajo sirvió de base para muchos otros estudios y a él se le debe la definición clásica que emplean los economistas para definir los episodios hiperinflacionarios.

Cagan más que preocupado por definir el umbral de cuando comienza la hiperinflación estaba interesado de estudiar la dinámica que se producía durante las hiperinflaciones; en particular el incremento de los precios muy por encima del incremento de los saldos monetarios. Para estudiar las siete hiperinflaciones en ese trabajo definió el comienzo de la hiperinflación cuando los precios se incrementaban 50% o más en un mes y el final un año después en que la tasa de inflación caía y se mantenía por debajo de ese valor. El mismo Cagan en ese trabajo afirmó que su definición era arbitraria pero que servía al propósito del estudio. Pese a ello su definición trascendió y ha sido seguida en estudios posteriores.

El primer punto de este artículo es decir que no estamos en Venezuela todavía frente a incrementos de precios mensuales de 50%; por lo tanto no estamos en hiperinflación. Pero más allá de eso, no observamos todavía en Venezuela un incremento exponencial del ratio del nivel de precios sobre la liquidez monetaria, por lo tanto no estamos ante un desplome de la demanda de saldos reales de las magnitudes que se observan en hiperinflaciones. Más que la definición clásica, estos dos aspectos nos indican que no hemos llegado a un proceso hiperinflacionario todavía. Aquellos que se empeñan en decir lo contrario solo buscan la notoriedad que viene con la estridencia. Esta actitud desinforma y además desensibiliza a la gente sobre los reales problemas que un proceso de hiperinflación trae y lo enormemente destructiva que es. Lo que procede ahora es alertar no escandalizar, y sobre todo contribuir a que la mayoría de la gente entienda el origen del incremento de los precios en Venezuela.

Venezuela lleva batallando con inflaciones elevadas desde la década de los ochenta. Lo que hemos vivido en los últimos años es el agravamiento de la política económica que nos ha hecho fracasar durante más de 35 años. A la cabeza de ella una política fiscal irresponsable y una política monetaria inexistente o alcahueta. El desastre fiscal y monetario siempre llevan a mismo lugar. Por más que algunos se empeñen en creer que hay atajos, al final de ese camino solo existe la miseria que viene con la destrucción del valor de la moneda. El vertiginoso aumento de los precios tiene su origen en el descontrolado déficit fiscal y financiamiento monetario que hace el BCV para cubrirlo. No hay otra explicación. No la busque. Los responsables de la destrucción del valor del bolívar están en Miraflores y en la esquina de Carmelitas. Siempre han estado ahí.

No estoy en la tolda de quienes creen que el país no puede atravesar por una hiperinflación. No lo estoy por varias razones. La primera es que la condición para entrar en hiperinflación no luce muy distante a estos niveles. En el último estudio de la firma para la que trabajo se estimó que la inflación subyacente con un tipo de cambio de unificación a la tasa actual de Simadi sería de 136%; si ese ajuste ocurre en dos o tres meses con facilidad podríamos tener inflaciones mensuales de 50%. En 1989 a la salida de Recadi tuvimos inflación mensual de más de 21%. Los desequilibrios actuales son mucho mayores que aquellos. Lo segundo es que yo no sobrestimo el efecto estabilizador que una devaluación tiene sobre déficit fiscal porque con la institucionalidad actual es muy difícil que esas ganancias se sostengan en el tiempo. Y tercero, creo que el las expectativas se están deteriorando a una velocidad acelerada y que el desplome de la demanda de saldos reales puede estar más cerca de lo que pensamos. Estos tres aspectos me hacen pensar que es factible que el país atraviese por primera vez en su historia un proceso de hiperinflación. Todavía no estamos ahí, todavía creo que lo podemos evitar, lamentablemente no creo que quienes gobiernan actualmente comprendan lo que pasa, ni tengan idea de cómo salir de donde estamos.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10

Director de @Econometrica