Esta frase fue dicha por una persona cercana a unos amigos que viven en EEUU y que tuve la oportunidad de visitar la semana pasada. Detrás de estas palabras yacen realidades contundentes acerca de la economía venezolana, las cuales permean hacia nuestra cotidianidad como ciudadanos.

Basta con ir a cualquier país vecino para darse cuenta que existe la posibilidad de vivir mejor. De hecho, nosotros en el pasado no sufríamos el deterioro de calidad de vida que tenemos hoy. El punto relevante aquí es que nos hemos acostumbrado a un estilo de vida que a ratos se torna hasta miserable.

Enormes colas para conseguir ciertos productos de primera necesidad, “ruleteo” por farmacias en búsqueda de medicinas para enfermedades crónicas, el tener el carro parado porque es imposible conseguir los repuestos; son algunas de penurias que los venezolanos debemos vivir a diario.

Es oportuno recordar que este proceso de escasez viene acompañado de una disminución significativa de la calidad de los productos, que por ser paulatina ha pasado para muchos de forma inadvertida. El mismo ejemplo del papel toilet nos sirve para ilustrar este fenómeno: el papel desde hace rato ya tiene una calidad cuestionable, pero aún así ansiamos intensamente que por lo menos aparezca ese que consideramos “chimbo”.

En muchas ocasiones hemos criticado el actual modelo económico. Es uno que se basa en el consumo y que busca de manera equivocada mantener los precios bajos con férreas estrategias de control que obligan al racionamiento, y por tanto a imponer un régimen discrecional en la asignación de recursos. Esta dinámica está colapsando, y lo hace ya que el sistema, que en principio empieza a funcionar bien, posteriormente es carcomido por la ineficiencia y las diferentes aves de rapiña que sacan provecho de las distorsiones inherentes a dicho sistema.

Quizás no lo percibimos a plenitud, pero los venezolanos tenemos una calidad de vida que se va erosionando de manera rápida y progresiva. Es vital que no nos dejemos adormecer por la resignación y el conformismo. Nuestra voz, nuestro reclamo deben hacerse sentir, no como vía para forzar un cambio violento de gestión, sino para exigir una calidad de vida que como ciudadanos nos merecemos.

No menospreciemos el poder de la opinión pública. A falta de instituciones, debemos apoyarnos en una opinión pública exigente, ciudadana, robusta y síncrona, que nos permita forzar los cambios en la política económica y social que garanticen un mayor bienestar general.

Y finalizo con esta idea, es esa opinión pública la que debe exigir que se erijan instituciones que defiendan al ciudadano de a pie de aquellos quienes ejercen el poder, cuyo principal objetivo es mantenerse al mando, y no el bienestar de los habitantes del país. Pero eso es un tema que merece una mayor discusión, debido a su importancia.

Amigos, llego a Venezuela con mucha esperanza, ésta se soporta de lo mucho que podemos mejorar y de las otras tantas que nos falta por hacer. Esta carrera no es de velocidad, sino de resistencia.

Henkel García

Analista e Instructor en Finanzas.

Presidente de Visión de Inversión

Director de @Econometrica

Maestría Administración, mención en Finanzas UNIMET

Twitter: @HenkelGarcia